martes, 6 de septiembre de 2011
Cuentos y poemas. Antología Lucía Tabarez 2° B
1) Autor: Juan Ramón Jiménez.
Llueve sobre el campo verde.
Llueve sobre el campo verde...
¡Qué paz! El agua se abre
y la hierba de noviembre
es de pálidos diamantes.
Se apaga el sol; de la choza
de la huerta se ve el valle
más verde, más oloroso,
más idílico que antes.
Llueve; los álamos blancos
se ennegrecen; los pinares
se alejan; todo está gris
melancólico y fragante.
Y en el ocaso doliente
surgen vagas claridades
malvas, rosas, amarillas,
de sedas y de cristales...
¡Oh la lluvia sobre el campo
verde! ¡Qué paz! En el aire
vienen aromas mojados
de violetas otoñales.
2) Autor: Idea Vilariño.
Grillita y Grillín.
Grillita y Grillín se van a casar.
Está su casita pequeña y bonita
Detrás del trigal.
¡Pequeña y bonita
Detrás del trigal!
Grillín canta allí
Con voz de cristal.
Grillita lo escucha
Sonriendo y a prisa
se viste de azahar
Sonriendo y a prisa
Se viste de azahar.
Grillita y Grillín
Alegres están
Porque entre los trigos
En fiesta de luna
¡En fiesta de luna!
Se van a casar
¡En fiesta de luna!
Se van a casar.
3) Autor: Carmen Conde.
Caricia.
Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar...
Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar...
Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar...
El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.
Los ojitos que me diste
me los tengo que gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar...
4) Autor: Mario Benedetti.
Chau pesimismo.
Ya sos mayor de edad
tengo que despedirte
pesimismo
años que te preparo el desayuno
que vigilo tu tos de mal agüero
y te tomo la fiebre
que trato de narrarte pormenores
del pasado mediato
convencerte de que en el fondo somos
gallardos y leales
y también que al mal tiempo buena cara
pero como si nada
seguís malhumorado arisco e insociable
y te repantigas en la avería
como si fuese una butaca pulman
se te ve la fruición por el malogro
tu viejo idilio con la mala sombra
tu manía de orar junto a las ruinas
tu goce ante el desastre inesperado
claro que voy a despedirte
no sé por qué no lo hice antes
será porque tenés tu propio método
de hacerte necesario
y a uno lo deja triste tu tristeza
amargo tu amargura
alarmista tu alarma
ya sé vas a decirme no hay motivos
para la euforia y las celebraciones
y claro cuando no tenés razón
pero es tan boba tu razón tan obvia
tan remendada y remedada
tan igualita al pálpito
que enseguida se vuelve sinrazón
ya sos mayor de edad
chau pesimismo
y por favor andate despacito
sin despertar al monstruo
5) Autor: Anónimo.
Carta abierta a los hijos.
No puedo darte soluciones para todos los problemas de la vida, ni tengo respuestas para tus dudas o temores, pero puedo escucharte y buscarlas junto a ti.
No puedo cambiar tu pasado ni tu futuro.
Pero cuando me necesites, estaré allí.
No puedo evitar que tropieces.
Solamente puedo ofrecerte mi mano para que te sujetes y no caigas.
Tus alegrías, tu triunfo y tus éxitos no son míos.
Pero disfruto sinceramente cuando te veo feliz.
No juzgo las decisiones que tomas en la vida.
Me limito a apoyarte, a estimularte y a ayudarte si me lo pides.
No puedo impedir que te alejes de mí.
Pero si puedo desearte lo mejor y esperar a que vuelvas.
No puedo trazarte límites dentro de los cuales debas actuar, pero sí te ofrezco el espacio necesario para crecer.
No puedo evitar tus sufrimientos cuando alguna pena te parte el corazón, pero puedo llorar contigo y recoger los pedazos para armarlo de nuevo.
No puedo decirte quién eres ni quién deberías ser.
Solamente puedo quererte como eres y ser tu amigo.
En estos días ore por ti...
En estos días me puse a recordar a mis amistades más preciosas.
Soy una persona feliz: tengo más amigos de lo que imaginaba.
Eso es lo que ellos me dicen, me lo demuestran.
Es lo que siento por todos ellos.
Veo el brillo en sus ojos, la sonrisa espontánea
y la alegría que sienten al verme.
Y yo también siento paz y alegría cuando los veo
y cuando hablamos, sea en la alegría o sea en la serenidad, en estos días pensé en mis amigos y amigas
y, entre ellos, apareciste tú.
No estabas arriba, ni abajo ni en medio.
No encabezabas ni concluías la lista.
No eras el número uno ni el número final.
Lo que sé es que te destacabas por alguna cualidad
que transmitías y con la cual desde hace tiempo
se ennoblece mi vida.
Y tampoco tengo la pretensión de ser el primero,
el segundo o el tercero de tu lista.
Basta que me quieras como amigo.
Entonces entendí que realmente somos amigos.
Hice lo que todo amigo: Ore...
y le agradecí a Dios que me haya dado la oportunidad
de tener un amigo como tú.
Era una oración de gratitud: Tú has dado valor a mi vida.
Cuentos.
Cuento: La gota de agua.
Autor: Pedro Pablo Sacristán.
Había una vez una jarra de agua fresca y cristalina, en la que todas las gotas de agua se sentían orgullosas de ser tan transparentes, y día tras día se felicitaban unas a otras por su limpieza y belleza.
Hasta que un día, una de aquellas gotas decidió que se aburría de su limpia existencia, y que quería probar a ser una gota sucia. Las demás trataron de desanimarla, pero ella insistió. Sin apenas darse cuenta, en cuanto la gota se volvió sucia ensució a todas las gotas de su alrededor, que a su vez hicieron lo mismo con sus vecinas, y en un instante, todo el agua en la jarra se ensució.
Las gotas trataron de limpiarse, sin éxito. Hicieron de todo, pero era imposible terminar de sacudirse la suciedad. Finalmente, mucho tiempo después, la jarra acabó en una fuente, y sólo cuando volvió a entrar mucha agua limpia, las gotas recuperaron su transparencia y belleza iniciales. Ahora todas saben que si quieren ser unas gotas limpias, todas y cada una deben serlo siempre, aunque les cueste, porque arreglar lo malo de una sola gota cuesta muchísimo trabajo
Lo mismo pasa con todos nuestros amigos, si queremos ser una jarra de agua limpia, todos tendremos que ser gotas limpias, y además no debemos ser las gotas sucias que lo estropean todo. Y tú, ¿qué eres? ¿Una gota limpia?
Cuento: El saco de pulgas.
Autor: Pedro Pablo Sacristán.
Cuenta la leyenda, que el brujo Perrón y el mago Chuchin tenían una de las mejores colecciones de pulgas del mundo, las más listas, saltarinas y fuertes, utilísimas para cualquier hechizo. Llevaban siempre no menos de mil pulgas cada uno, bien guardadas en sus rarísimos sacos de cristal, para que todos pudieran apreciar sus cualidades.
En cierta ocasión, el brujo y el mago coincidieron en un bosque, y entre charlas y bromas, se hizo tan tarde que tuvieron que acampar allí mismo.
Mientras dormían, el mago Chuchín estornudó tan fuerte y mágicamente, que miles de ardientes chispitas escaparon de su nariz, con tan mala fortuna que una de ellas llegó a incendiar las hojas sobre las que brujo y mago habían dejado sus pulgas. Como los hechiceros seguían dormidos y el fuego se iba extendiendo, las pulgas comenzaron a ponerse nerviosas. Todas eras tremendamente listas y fuertes, así que cada una encontró una forma de escapar del fuego, y saltaba con fuerza para conseguirlo. Sin embargo, como saltaban en direcciones distintas, los sacos seguían en su sitio y el fuego amenazaba con acabar con todas ellas.
Entonces, una de las pulgas del mago vio a todas las pulgas del brujo saltando en su saco sin ningún control, y se dio cuenta de que nunca se salvarían así. Y dejando de saltar, reunió a un grupito de pulgas y las convenció para saltar todas juntas. Como no conseguían ponerse de acuerdo hacia dónde saltar, la pulga les propuso saltar una vez adelante y otra atrás.
El grupito empezó a saltar conjuntamente, y el resto de pulgas de su mismo saco no tardó en comprender que saltando todas juntas sería más fácil escapar del fuego, así que al poco rato todas las pulgas saltaban adelante y atrás, adelante y atrás. Las pulgas del saco del brujo, al verlo, hicieron lo mismo, y tuvieron tanta suerte, y balancearon tanto los sacos de cristal que llegaron a chocar uno contra otro y se rompieron en mil pedazos, dejando a las pulgas libres para ir donde quisieran. Cuando el fuego llegó a despertar a los hechiceros, ya era demasiado tarde, y aunque pudieron apagar el incendio sin problemas, todas las pulgas habían conseguido escapar.
Y nunca más se volvió a saber nada de aquellas excepcionales pulgas, aunque hay quien dice que aún hoy siguen trabajando en equipo para sobrevivir a los peligros de bosque.
Cuento: LOS TRES PRÍNCIPES Y LA PLUMA DE LA PAZ
Autores: niños de entre 9 y 12 años de edad a través de una página de internet.
Había una vez un Rey que tenía tres hijos. Era un Rey muy malo porque tenía planes malvados. Un día un hijo suyo lo descubrió e intentó detenerlo y entonces el Rey mandó que lo introdujeran en un pudridero. Otro hijo fue a rescatar a su hermano pero lo descubrieron, entonces él también fue atrapado. El Rey se sentía angustiado por lo que había hecho con sus hijos y ordenó a sus caballeros que los sacaran.
Los meses pasaron, el Rey enfermó y al poco tiempo falleció. Antes de que esto sucediera, dejó una nota informando a sus hijos, que rey sería aquel que ganara una competencia de valentía. La competencia consistía en luchar contra el Dragón de la Montaña Roja. Los tres hermanos aceptaron el desafío y partieron hacia allá.
El camino era largo y espantoso porque siempre era de noche y nunca se veía el sol. El Dragón de la Montaña Roja era un enorme animal con cuerpo de serpiente, cola de león, patas de caballo y alas de águila. Su cola era un arma terrible. Podía volar y echar fuego por la boca. Al llegar al pie de la montaña los tres hermanos decidieron llevar a cabo el desafío haciéndolo cada uno por su lado. Entonces llegaron a un acuerdo y por sorteo le tocó al hermano menor ir primero a intentarlo.
Cuando el hermano pequeño llegó al pie de la montaña, descubrió que había una entrada secreta, en forma de cueva, que estaba tapada por el boscaje, decidió entrar y lo que vio fue un monstruo fuerte y feo que le atacó sin piedad, pero el apuesto Príncipe se defendió y lo mató con su espada.
Pero cuando el Príncipe se dio la vuelta victorioso y dispuesto a salir de la cueva para contarle a sus hermanos su triunfo un terrible sonido le dejó inmovilizado de terror, un viento helado surgió de su espalda y aunque le dieron ganas de salir corriendo, la curiosidad le venció y volvió su rostro hacia atrás y cuál fue su sorpresa, que al girarse, se encontró con un niño. El Príncipe le preguntó cómo había llegado hasta la cueva, y el niño respondió que había sido hechizado por una bruja malvada, encerrándolo en el corazón del monstruo y que al derrotarle había quedado liberado del hechizo y así los dos juntos salieron de la cueva dando saltos de alegría.
Fueron corriendo a contárselo a los otros dos Príncipes, y los cuatro se alegraron mucho de verse. El Príncipe más pequeño les contó a sus hermanos lo que había pasado. Los otros dos hermanos se quedaron muy sorprendidos y le preguntaron al niño: « ¡es verdad eso! y ¿por qué te hechizaron?» y el niño contestó: «porque yo era el Príncipe de Francia y quería casarme con la Princesa de Italia». Esas palabras extrañaron a todos y pronto se dieron cuenta de que el niño hablaba con acertijos, por lo que su felicidad no podía ser completa, por eso decidieron enviarlo a su castillo para que descansara y pudiera recuperarse de la terrible experiencia que había vivido.
Cuando los tres Príncipes se quedaron solos se abrazaron y cada uno se marchó por un camino diferente hacia la cima de la Montaña Roja donde vivía el Dragón contra el que tenían que luchar, pero de pronto sopló un viento muy fuerte, el cual hizo que los tres Príncipes se encontraran con el Dragón, que era más grande que un castillo de un millón de pisos. Los tres se aterrorizaron y se marcharon corriendo. Pero a mitad de camino, los tres Príncipes se dieron la vuelta y demostrando su valentía se dispusieron a luchar contra el Dragón y tras una intensa pelea consiguieron vencerle. Al cabo de unos instantes el Dragón se fue transformando lentamente en un anciano que les dijo que había sido hechizado por un malvado Rey, que a su vez era un temible brujo, y este brujo era el padre de los tres Príncipes.
Entonces los Príncipes al conocer la noticia quedaron decepcionados. La maldad de su padre había quedado sembrada por todo el reino y ellos no querían heredar nada que estuviese relacionado con el Rey (su padre). Renunciaron al reino y disfrazándose de simples campesinos emprendieron camino hacia un lejano lugar.
Viajaron hasta llegar a una tierra desconocida lejos de la maldad de su padre. Los tres hermanos sufrieron mucho pues estaban acostumbrados a la vida lujosa del palacio y el campo era algo muy diferente. Por días enteros, sufrieron hambres y miserias hasta que un día su suerte cambió, encontraron un Ave Fénix que les dijo que si rozaban a cada niño que naciera con una de sus plumas, lograrían encontrar la paz que tanto ansiaban. Entusiasmados con la idea los tres hermanos celebraron su dicha dándose abrazos y emitiendo pequeños gritos. El menor de los Príncipes tomó la pluma que el Fénix le ofrecía. Al tocarla una sensación cálida nació en la punta de sus dedos, la cual le protegió del frío. Sus hermanos le imitaron y juntos partieron rumbo a la aventura. Pero al cabo de un rato, un cuervo les robó la pluma y se la llevó a la montaña donde habitaba, un alejado lugar donde moraban pájaros gigantescos, animales tan antiguos como el principio de la Tierra. El cuervo escondió la pluma en su nido, donde sus crías esperaban desde hacía tiempo el calor suficiente para salir de su cáscara y la pluma se lo proporcionó. Cuando nacieron fue inevitable que rozaran la pluma del Ave Fénix, lo que provocó en los Príncipes un gran desasosiego, ya que las crías del cuervo eran tan malas como él, pero sucedió que cuando las crías del cuervo rozaron la pluma murieron todas porque la pluma del Ave Fénix podía vencer la maldad.
Pero todas no eran crías de cuervo; también había en el nido un huevo de paloma y con el calor que le proporcionó la pluma nació una preciosa y blanca paloma, símbolo de la paz, que ayudaría a los Príncipes a llevar en el pico la pluma del Ave Fénix por todas partes del mundo, rozando con ella a todos los niños recién nacidos. Así se fue extendiendo la paz por la tierra que, poco a poco, se fue transformando en un lugar lleno de paz, armonía y felicidad. Y así los tres príncipes volvieron a su reino dónde vivieron los tres, juntos, felices y contentos. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Cuento: La abuela loca.
Autora: María García Borrego.
Mi abuela está loca. Tiene el pelo largo, teñido de rosa chicle, siempre está inventando canciones y bailando, le da lo mismo que sea una canción de los "Rolling", de "El Fari" o lo último de los "cuarenta". Le encantan los ordenadores, que maneja a la perfección. Su buzón de Internet está permanentemente plagado de mensajes de personas de todos los países y de todas las edades, amigos que ha ido encontrando en sus múltiples incursiones por el mundo cibernético. Ella siempre dice que el progreso nos llevará a los jóvenes por el camino de la paz. En este mundo, que nos pintan gris, que nos filman destruido, ella dice que nosotros, los niños del 2000, tenemos en nuestras manos el planeta y no debemos permitir que los adultos nos lo dejen hecho una marranada.
Mi abuela piensa también que los animales son más racionales que los hombres y por ello quiere que miremos al mundo animal y lo imitemos en sus comportamientos, que nos metamos en el mar y nademos como los delfines, que seamos tan leales como los perros, tan independientes como los gatos, que cantemos como los pájaros, que defendamos a nuestros hijos como los leones, que descansemos como los osos cuando estemos cansados y corramos como los conejos cuando tengamos ganas de sentirnos libres, que trabajemos como las hormigas en grupo, que saltemos como los canguros para intentar coger las estrellas, que nos subamos a los árboles y nos colguemos boca abajo como el oso perezoso para así, ver las cosas desde otra perspectiva. Que nos adaptemos a nuestro hábitat y, como además somos inteligentes, que intentemos cambiarlo para poder vivir mejor.
Para ello nos propone reír siempre que estemos contentos para hacer felices a los que nos rodean y llorar a moco tendido cuando tengamos un mal momento, sin ningún complejo, porque las lágrimas te limpian el alma y un alma limpia es el mejor remedio contra la tristeza y el mejor aliado de la paz.
Mi abuela está chiflada se viste con zapatos de suplemento, sus colores preferidos los saca del arco iris y se los pone para alegrar la ciudad, siempre tan sucia y siempre tan oscura. No usa bolsos, prefiere las mochilas que le permiten moverse con libertad mientras pasea por las calles bailando como la niña que aún sigue siendo, mientras tararea alguna cancioncilla de su propia cosecha.
Mi querida abuela me anima para que estudie y para que aprenda todo lo que puedan enseñarme, dice que la sabiduría no se puede imponer, que tiene que adquirirse con el paso de los años, que son los ancianos los que están más cerca de la muerte de los que tenemos que aprender a vivir, porque ellos han conseguido llegar a la vejez y hoy en día llegar a viejo ha dejado de ser el propósito de los más jóvenes que creemos que es mejor morir antes de tener arrugas, sin darnos cuenta que eso es un síntoma de cobardía y no de rebeldía...
Ojalá algún día pudiera ser como mi abuela.
Cuento: La elefanta que quería ser Jirafa.
Autora: Selene Ailín Sione (13 años)
Había una vez una elefanta que vivía feliz en su pueblo. Un día, mirando la televisión quedó fascinada con el Gran Desfile «Jirafa`s Moda Show», con las mejores modelos de Jirafancho Dottof y Roberto Jirofandio.
- ¡Cómo me gustaría ser una famosa modelo! -decía la elefanta sin dejar de mirar el Show-.
Entonces se puso a pensar, ya que no podía sacarse esa idea de la cabeza. Pensó y pensó durante un largo rato, hasta que por fin se le ocurrió una gran idea, hacer una dieta.
Y desde ese día empezó a comer cada vez menos. Al principio iba todo bien tal cual lo había planeado… ¡si hasta se notaba más flaca al mirarse al espejo! Pero el problema era que para hacer semejante sacrificio, tuvo que alejarse de sus amigos elefantes, porque éstos comían todo el tiempo y ella no podía resistir la tentación.
Así fue como empezó a quedarse sola, ya que sus amigos, cansados de que nunca quisiera salir con ellos, dejaron de invitarla.
- ¡Esto de ser flaca sí que cuesta mucho! –Pensaba tristemente la elefanta-.
Pasó el tiempo, y después de muchos sacrificios, logró por fin estar mucho más flaca, pero también estaba ojerosa, un poco débil y mucho más fea, ya que un elefante flaco nunca puede ser muy lindo.
Sus vecinos del barrio la miraban extrañados… es que empezaba a verse muy diferente al lado de los de su especie, y esto llamaba mucho la atención.
Fue entonces que la elefanta pensó que ya nada tenía que hacer al lado de sus gordos amigos, y decidió irse a vivir a Jiraflandia, la ciudad de las jirafas, donde creía que ya estaba lista para convertirse en una Súper Modelo.
¡Pero qué desilusión que se llevó! ¡Todas las jirafas la miraban como a una extraña! y nadie aceptó incluirla en sus desfiles.
Es que para ser delgada como una jirafa, aún seguía siendo muy gorda, y para ser una verdadera elefanta… ¡estaba demasiado flaca!
Ahora se sentía peor que nunca, porque no sabía cuál era su verdadero lugar, bueno, en realidad sí lo sabía, pero no estaba muy segura de querer aceptarlo.
Finalmente, después de mucho pensar, se dio cuenta de que lo que quería lograr era imposible, porque era como pedirle a una jirafa que sea tan gorda como un elefante… ¡eso nunca sería posible! Y aunque lo fuera ¿se imaginan lo fea que quedaría?
- Cada uno es como es -reflexionó la elefanta- Lástima que no lo pensé antes de arruinar tantos meses de mi vida intentando ser otra, haciendo terribles sacrificios para convertirme en una modelo famosa, como esas altas y delgadas jirafas. Si era tan feliz antes, estaba rodeada de amigos, y todos me querían como era… ¿para qué cambiar mi imagen? Si cada ser es único e irrepetible, ¿para qué quiero parecerme tanto a alguien que no soy? –Sollozaba tristemente- Ahora estoy sola, triste, y arrepentida de todo lo que hice.
Y así fue que decidió volver a su pueblo, junto a sus vecinos y amigos, y pedirles perdón, porque últimamente no los había tratado nada bien.
Todos allí la perdonaron, y le organizaron una fiesta de Bienvenida, donde no faltaron tortas, pasteles, y muchas cosas ricas.
La elefanta, que ya estaba cansada de pasar hambre, comió de todo y se sintió muy contenta de volver a ser una elefanta «normal».
Y desde ese día ya no quiso parecerse más a nadie, sólo quiso ser ella misma… ¡Y así sí que vivió feliz!
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4 comentarios:
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